Puente de San Jose (Marzo de 2017)

Nuestro destino para dormir era la ermita de Hontanares a pocos kilómetros de Riaza, no sin antes dar un breve paseo por esta hermosa localidad castellana de nobles casonas y singular plaza porticada del siglo XVIII. Irregular y amplia, está rodeada por gradas de piedra una barandilla de forja de hierro y  los típicos soportales castellanos.

Nos instalamos en el pequeño aparcamiento (41.284957; -3.437806) a 1.450 metros de altitud y en  medio de un claro de un bosque de robles, con el Pico del Lobo y la estación de esquí de La Pinilla  manchada aún de blanco a un lado, y unas impresionantes vistas del valle y con la localidad de Riaza a nuestros pies. Una estupenda zona recreativa con barbacoas y un pequeño bar donde leí que sirven comidas,  rodean a esta ermita.

Casi en soledad,  nos dispusimos a disfrutar del espectáculo de la puesta de sol frente a nosotros.

A las 21 horas  marcharon  los dueños del bar dejándonos en completa soledad, que no en oscuridad, ya que un enorme foco iluminaba la ermita.








Después de una estupenda  noche, el día amaneció espectacular: cielo completamente azul, día claro y tranquilidad, mucha tranquilidad.

Las temperaturas previstas para esta adelantada primavera superarían los 20ºC.

Después de desayunar nos dispusimos a subir al mirador de Piedras Luengas, a un kilómetro cuesta arriba de donde estábamos. Nuestra primera idea era ir andando, pero preguntando a los propietarios del merendero, nos dijeron que se podía ir perfectamente en la autocaravana, así que decidimos ahorrar esfuerzos ya que subir por una carretera asfaltado no tenía mucho atractivo.

Arriba, y como nos dijeron, encontramos un gran aparcamiento sobre tierra donde dejamos la autocaravana y nos acercamos andando a este mirador que se abre como un balcón a toda la gran llanura segoviana vislumbrando pequeñas manchas de casitas, cerca y más lejos.

Ahora ya pusimos rumbo para descubrir este curioso grupo de pueblos llamados, no sé si bien o mal “pueblos rojos”, alineados en la misma SG-V-1111 que sale de Riaza rumbo al este o en carreteras perpendiculares.

Decidimos irnos hasta el final de la ruta prevista a El Muyo, según leo, el mejor ejemplo de los  “pueblos negros” de la provincia de Segovia y que cuenta con tan solo 14 habitantes.

En la carretera ya vamos viendo cantidades ingentes de los “materiales de construcción” utilizados en este pueblo.

Dejamos aparcada la autocaravana en un pequeño apartadero a la entrada de la localidad y nada más bajar, nos encontramos rodeados por sus casas construidas en pizarra negra en muros y cubiertas a lo que acompaña también el pavimento de sus calles aunque en algunas destaca el tono más blanquecino del cemento para unir las planchas. 

El Muyo está asentado sobre una gran veta de pizarra negra  y todas sus calles y casas conforman una bella unidad arquitectónica fundida con su entorno dotándolo de un encanto y atractivo muy especial para los que, como nosotros, amamos la tranquilidad y el sosiego que respiramos por sus calles.

Aunque estaba casi abandonado, ha comenzado a resurgir gracias a la restauración de sus casas por parte de  los buscan la naturaleza y   la tranquilidad de estos lugares apartados  de los grandes núcleos de población. Y curiosamente también vemos niños por sus calles. 

Perdida por sus calles y callejuelas me siento fascinada por esta arquitectura, por los muros de piedras negras, una encima de la otra encajando a la perfección, por sus tejados de pizarra y por su tranquilidad.

Es muy pequeño, por lo que enseguida nos encontramos en las afueras, frente a la sierra de Ayllón, aún pintada de restos blancos de las últimas nieves. Y me sabe a poco y vuelvo a introducirme. El rincón que forman su iglesia y las casas de alrededor es también entrañable, aunque el tejado de este templo no es de lascas negros, sino de rojas tejas.  

Me resistía a irme, pero quedaban otros lugares por descubrir, así que nos dirigimos ahora a la cercana villa de Madriguera a tan solo 17 km de Riaza, éste, con 32 vecinos.

Y cambiamos de color. Dejamos la autocaravana a la entrada junto a su iglesia y un espectacular frutal reventando de flores blancas que contrastaban con el azul del cielo. El enorme zumbido de los insectos (suponemos abejas) nos recibe nada más descender.

Y nos internamos por este pueblo de color rojo, el más representativo de este “color”.

Aquí han utilizado como materia prima para sus construcciones la arcilla y piedra rojiza de la zona. Así todo en él es rojo; rojas son sus areniscas ferruginosas utilizadas en los muros de sus casas y roja la arena utilizada en el revoco.

Nos acercamos a leer el letrero de la entrada del cementerio junto a la iglesia para después  internamos por sus tranquilas calles, un poco más bulliciosas que las de El Muyo quizás por ser más conocido y estar en la misma carretera.

Las rehabilitaciones de sus casas se han hecho con sumo cuidado lo que ha contribuido a que sea considerada como una de las mejor conservadas de la zona.

Nos dejamos perder por sus calles y nos inunda el color rojo allá por donde vayamos o miremos por donde miremos. Fuerte contraste con el color negro de El Muyo. No más hermoso, sí único y distinto.





Ahora hacia Serracín. 

En un principio no teníamos pensado visitarlo, pero el día invitaba a pasear, a disfrutar, teníamos tiempo de sobra y los pueblos resultaban muy atractivos, por su cromatismo y su tranquilidad, además de muy singulares.

Tomamos la carretera que salía a nuestra izquierda hasta un pequeño descampado a las afueras de Serracín.

La primera impresión es de que está más abandonado que los que hemos visto hasta ahora, pero al igual que los otros, tiene su encanto.

Está considerado también como un  “pueblo negro” aunque a diferencia de El Muyo, aquí las edificaciones no son enteramente de pizarra, sino que hay muros con acabado de revoco y arenisca rojiza.

En algunos sitios el estado de ruina de algunas casas nos muestra como eran construidas: adobe de barro y paja, encajados entre vigas de madera y luego dos capas de revoco.  También vemos enormes piedras rojas que hacen de dinteles de puertas y ventanas. Esta alternancia da un color especial a este pueblo dotándolo de un encanto especial.

Llegamos hasta su derruida iglesia de la que solo quedan los muros y la espadaña, construida de piedra blanca y roja ofreciendo un curioso contraste de color de un extraordinario poder sugerente y evocador.














Ahora a Becerril, bonita y tranquila localidad  que emplea rocas rojizas para los sillares de sus casas y mampostería y pizarra para sus tejados, destacando el pequeño ábside de su iglesia románica reformada en el siglo XVI.


Rumbo ahora a Villacorta,  otro “pueblo rojo”  que con sus 35 vecinos, es el más poblado, aunque no tan llamativo como Madriguera.

Allí encontramos también bonitos rincones de color….rojo, y casas restauradas con sumo mimo.

















Y es ya la hora de comer así que había leído a alguien que antes que yo había estado por aquí, que en la cercana ermita del Padre Eterno, que ya pertenece otra localidad (Estebanvela), había un área recreativa donde se podía estar, así que había tomado nota de las coordenadas.

Por una pista de tierra en muy buen estado y en un par de kilómetros, llegamos a una hermosa explanada con barbacoas y bancos y con muy poca gente (41.334811; -3347481) que invitaba a parar.

Y así lo hicimos, comiendo en el exterior y disfrutando de un espectacular día primaveral hasta pasadas las 16,30 en que decidimos dirigirnos a nuestro último destino a  Martín Muñoz de Ayllón con solo 13 habitantes censados con la intención de hacer una pequeña ruta hacia la “chorrera”, una cascada en la sierra, de tan solo hora y media de duración.

Pero cuando llegamos al aparcamiento a la entrada de esta villa y preguntamos, nos dicen que en realidad es hora y media de ida y otro tanto de vuelta. Me sorprendo porque no coincide con lo que yo había leído, y pregunto a otra pareja que me confirma esto, aunque ellos nos dan un poco más de una hora de ida y lo mismo para la vuelta. Son las 5 de la tarde y la noche cae alrededor de las 19,30, así que nos veriamos muy apurados.

Decidimos pasear por este pueblecito y regresar mañana a primera hora para hacer esta senda.

Había leído que Martín Muñoz destaca por el color rojizo de la tierra y de la piedra con la que se construyen los muros de sus viviendas y por el negro de la pizarra  de sus tejados. Pero para mi resalta más el color dorado de las piedras de las paredes entre las que hay trozos de pizarras negras para asentar mejor las otras, lo que produce un curioso y fuerte contraste de color. Tambien hay piedras rojizas, pero no sé si esta diferencia de percepción del cromatismo se debió a la luz del atardecer.

En realidad creo  que aquí  se mezclan todo tipo de colores, el negro de la pizarra en sus tejados, el rojizo de la tierra del lugar y el dorado de la cuarcita.

Predominaban casas reconstruidas o recién hechas, pero cuidando al máximo la homogeneidad y su fusión con un espectacular entorno con vistas a la cercana sierra de Ayllón.

Llegamos hasta su iglesia, al otro lado de este pequeña villa y abierta a las enormes praderas que anteceden al macizo y de donde parte la senda hacia la chorrera.

Al regresar  nos llamaron la atención un conjunto de viviendas de las que sobresalía una especie de cubo de hierro que estéticamente desentonaba hasta que Angel descubrió que en realidad eran unas gigantescas puertas plegables similares a las de los garajes y que encerraban o protegían un enorme ventanal de cristal que se abría a esta sierra y que cubría toda la fachada y las dos plantas de la vivienda.  Espectacular el aprovechamiento estético y de luz y la forma de protegerlo.

De regreso a la Ermita de Hontanares aunque esta vez cuando llegamos, casi no se cabía. Había coches por todos los sitios, gente, niños…Así que buscamos un sitio donde esperar pacientemente a que la noche se los llevara para tomar nuestra posición de la noche anterior.


Y la mañana de nuestro último día llegó también apaciblemente aunque esta vez bien pronto, algunos turismos nos trajeron a gente que venía a caminar o pasear.

Pusimos rumbo a Martín Muñoz de Ayllón y alrededor de las 10 comenzamos nuestra ruta con el sol frente a nosotros.

Dejamos atrás la iglesia, atravesamos los prados y tras bajar una pronunciada pendiente y atravesar un riachuelo por un puente, enfilamos la senda hacia la cascada.

Hay que decir que aunque parece bien señalizada con pintura amarilla en placas, si no llega a ser por unas vulgares y no muy estéticas bolsas de plástico atadas de ramas de robles, hubiéramos tenido alguna que otra dificultad para seguirla, ya que se pierde a veces sobre todo en un claro.

El camino discurre prácticamente llano, por lo que resulta muy cómoda y después de un breve descenso desde el que ya se oye el rumor del agua, se llega a esta pequeña y encantadora cascada.

Tan solo habían transcurrido 40 minutos desde que partimos. No fuimos corriendo, pero tampoco paramos y mantuvimos un paso normal, así que empezamos a sospechar que nos deben de ver mayores por tanto alargan el tiempo que vamos a emplear en hacer la senda, o eso, o que ellos son aún más mayores que nosotros y emplean realmente ese tiempo.

Así que viendo lo pronto que era, decidimos iniciar el camino de vuelta y una vez en la autocaravana, regresar por el puerto de la Quesera, que une las provincias de Segovia y Guadalajara. Así que no sin ciertas precauciones, enfilamos los casi 40 kilómetros que separan Riofrío de Riaza de Segovia, con Majaelrayo en Guadalajara.

Más de 40 kilómetros que se hicieron eternos ya que empleamos más de una hora en recorrerlos. Eso sí, con unos espectaculares paisajes, que si bien, creo que yo no volveré a hacer, al menos en poco tiempo, sí recomiendo disfrutarlos con mucha  tranquilidad por que son realmente bellos y grandiosos. Se olvida con mucha facilidad que estamos en Castilla-La Mancha.

Y vueltas por aquí y por allá, subir, bajar, …hasta que conseguimos vislumbrar el pueblo negro de Majaelrayo, pero….nos encontramos la carretera cortada y tan solo una pista forestal que nos dirige a la izquierda. Nos quedamos parados frente a la hormigonera y las señales y absolutamente perplejos preguntándonos qué podíamos hacer: volver era una posibilidad muy remota, solo quedaba enfilar esa pista o intentar pasar.


Al bajar comprobamos que únicamente se trataba de un paso de ganado que estaban haciendo y que habían dejado a la mitad, y que se podía sortear por la derecha, como hicimos. Cerca de Majaelrayo, en una bonita explanada, decidimos parar a comer y descansar, para después afrontar los casi 140 kilómetros que nos separaban de Madrid y ya sin ninguna gana de pasear por estos pueblos tan característicos de la “arquitectura negra” . No solo nos disuadía el cansancio, si no las cantidades ingentes de gente que se veía por todos los sitios.

Viviendo de donde veníamos eran casi masas. Y es que creo que este pequeño rincón de Guadalajara se ha hecho demasiado popular o turístico. De hecho, cuando estuvimos aquí hace ya unos cuantos añitos, eso nos pareció. Que habían perdido parte de su identidad. Sacrificada posiblemente en aras del progreso o…la supervivencia. No lo sé.

Pero sí sé que los pueblecitos visitados el día anterior me habían  atrapado en su encanto y sencillez, en su autenticidad. Otra cosa es saber lo que piensan los escasos vecinos que permanecen ellos y sobre todo en los duros inviernos.

Mª Angeles del Valle Blazquez
Boadilla del monte, Marzo de 2017



Y después de añadir algunas imágenes más, completo este relato con una escapada de un fin de semana que en primavera  (finales de mayo) hicimos a esta zona recorriendo visitando Maderuelo y Ayllón.



Alguna imagen más.


Mirador de Piedras Luengas
El Muyo 

Madriguera 



Serracín 


Martín Muñoz de Ayllón 
Embalse de Riofrío de Riaza. Hacia Puerto de la Quesera 



MADERUELO Y AYLLON ( mayo 2017) 


La noche del viernes en que salimos de Boadilla, dormimos en la ermita de Nuestra Señora de Hornuez en la localidad de Moral de Hornuez (41.482246; -3.622766) situada a dos kilómetros escasos de esta localidad en un magnífico entorno, un bosque milenario de sabinas y enebros

La ermita se asienta en una pradera entre sabinas milenarias de gruesos y retorcidos troncos donde se encuentran los ejemplares más antiguos de la zona y se concentran las más grandes sabinas albares de España, conformando el denominado espacio natural del Enebral o Sabinar de Hornuez.

Es una estupenda área recreativa salpicada aquí y allá por hermosos ejemplares donde disfrutamos de una soledad completa y una paz que cura el alma. ¡Quién nos ha visto y quién nos ve! antes solos ni de casualidad, y ahora, debe ser la edad, cada vez nos gusta más disfrutar de estos momentos únicos y llenos de una magia especial. 

Tras decidirnos por un sitio (he de confesar que nos movimos varias veces buscando el más adecuado y plano) cenamos y salimos a disfrutar de como la oscuridad iba adueñándose de este espléndido lugar y la luna partía de una suave loma  elevándose lentamente e iluminándolo todo con una tenue y suave luz azulada.

La mañana nos sorprendió con un brillante sol y el canto de los pajarillos que venian a beber a la cercana fuente de la ermita. Los pronósticos meteorológicos hablaban de calor, mucho calor.

Desayunamos y aprovechamos estas primeras y frescas horas de la mañana para disfrutar de un breve paseo admirando estos ejemplares que en sus retorcidos troncos guardan historias que se remontan  unos cuantos cientos de años atrás.

En especial llama la atención el cadáver  de un ejemplar que murió recientemente por un rayo y cuyo tronco tiene un impresionante diámetro. Un cartel nos informa de ello  dándole cerca de 1000 años de vida. Lástima no haberlo conocido vivo y en su esplendor aunque  había otros ejemplares que no desmerecían para nada a éste. Hay que darse prisa... 

Cuando el sol comenzaba a apretar dejamos este espectacular lugar para dirigirnos a Maderuelo, en concreto a la ermita de la Vera Cruz. Años atrás, con nuestra camper, la VW california y cuando nuestros hijos eran pequeños, estuvimos paseando por el caso viejo pero, pecado de juventud, ignoré el tesoro que esta ermita guarda en su interior, así que dispuesta a reparar el error concerté unos días antes una cita con alguien del restaurante para que me la abriera.

En un despoblado paraje, junto al embalse de Linares, a los pies del recinto amurallado de la ciudad, se levanta este pequeño edificio (41.484681; -3.517970) que conserva en su interior una de las joyas del románico más valiosas de España junto con San Baudelio en Berlanga de Duero, datados en la primera mitad del XII.  

La leyenda dice que esta ermita de la época de los templarios, fue uno de los trece templos de España donde se custodiaron pedazos de la Cruz.

Sufrió la desamortización y a principios del siglo XX la ermita fue habitada por dos familias y la capilla se usa de cuadra abriendo un vano y mutilando un fragmento del fresco importante que no se ha podido reproducir. Después de unos años se abandonó, convirtiéndose en almacén y algunas de sus piedras fueron subastadas. 

Nos abren la puerta de esta joya y pasamos primero a ver un audiovisual que nos cuenta algo de su historia. Al parecer los frescos habían sido ya vendidos a un museo americano, al igual que los de la ermita de San Baudelio, pero pudieron ser recuperados y evitar así su salida.  

Lo que ahora contemplamos en el lugar original son los restos, la "impronta" que quedó cuando fueron sacados ya que lo que realmente se llevaron fue la policromía que actualmente y desde 1947 se encuentran en el museo del Prado, en la sala de pintura románica. 

Encima del tímpano de la bóveda podemos contemplar la creación de Adan y el pecado original con bastante claridad.  Las otras escenas son muy borrosas por lo que pasamos al lado contrario.

Simétricamente se ha construido otra capilla donde se han reproducido los frescos que están en el museo. Aunque lo que contemplan nuestros ojos no son los originales, aquí recuperan la magia perdida en el museo. Aquí han perdido la "artificialidad" que tienen en los museos y parecen recuperar su "alma". El espacio de la ermita, su altura, su iluminación contribuyen a ello. 

Y aquí podemos admirar todos los frescos con toda su color: la cruz y el cordero divino destacan en el frontal de la capilla


 y  en laterales curiosas figuras aladas y serafines,  todos descalzos, excepto una, evangelistas, y otros personajes de los que se dan diversas interpretaciones, cada cual más imaginativa. 









Personalmente me llama la atención los ojos dibujados en algunas figuras

El conjunto es de una gran belleza y armonia y aunque sé que no son los originales, prefiero sacrificar esto y contemplar las copias en su lugar original ya que, como he dicho antes, para mí parecen recuperar el alma que pierden encerrados entre vulgares paredes o en hermosas vitrinas.

Nos despedimos de nuestro amable y altruista guía quien, cuando le preguntamos por el importe de la visita nos dijo que "habíamos contraído una deuda con el pueblo", deuda que espero medio saldar con este breve y sencillo relato.


Ahora nos dirigimos a dar un breve paseo por el casco de Maderuelo, reencontrándonos con nuestro pasado, no muy lejano, y para mi, que cada vez tengo menos memoria, casi olvidado.





En el siglo X esta villa fue repoblada por el conde castellano Fernán González y posteriormente saqueada por los ejércitos de Almazor.  Un siglo después fue reconstruida y poblada con gente que vino de Burgos. 


Aparcamos facilmente (41.482883;-3.524180) y subimos por la calle traspasando su impresionante puerta acorazada de acceso. Paseamos por sus tranquilas y solitarias calles protegidos por la sombra de los muros de las casas contemplando nobles casas y asomándonos por alguno de sus callejones a unas hermosas vistas sombre el embalse,  hasta llegar al otro extremo



Y con un sol ya de justicia, dejamos este solitario y tranquilo lugar para poner rumbo a Ayllón.

Y tuvimos mucha suerte para encontrar un buen aparcamiento, pero sobre todo SOMBREADO, lo que con el sol de justicia que caía y el calor que reinaba era mucho de agradecer, sobre todo para poder comer y descansar como teníamos previsto (41.417729; -3.376154)

Y nos armamos de valor y nos dispusimos a dar un paseo en el que fuimos descubriendo los distintos rincones de esta hermosa localidad castellana.

Así dejamos atrás el arco de acceso a la villa junto al que se encuentra el Palacio de los Contreras 

Y de aquí a su plaza mayor con soportales de pilares de madera, bella, uniforme, armoniosa, con una fuente de cuatro caños y la iglesia románica de San Miguel y un palacio que es el ayuntamiento al otro extremo de esta plaza.

Es una de las plazas mayores castellanas más bonitas de las que hemos podido disfrutar.


Acompañados con gente, mucha gente por todos los sitios, gente que llenaba esta plaza mayor, y las calles más cercanas  y que a estas horas disfrutaban del aperitivo.














Por turnos para quedarnos con Tula, entramos en la iglesia de San Miguel que alberga en su interior un excepcional sepulcro de alabastro del secretario y tesorero de don Diego Lopez Pacheco, marqués de Villena.




Y aún no sé cómo aunque sí  sé que fue  fruto de nuestra curiosidad, ascendimos por sus calles protegiéndonos de un castigador sol  hasta la torre de la Martina que se erige en lo alto de un cerro. Esta torre de origen árabe se ha convertido en la imagen más emblemática de la localidad


Esta torre es la prueba de la presencia de una fortificación musulmana de la que solo queda esta torre-vigía con sus almenas y en la que en sus muros se abren dos enormes arcos de medio punto que posiblemente sirvieron como paso del camino de ronda de la muralla
Con los años se levantó una iglesia románica, la de San Martín, y de ahí su nombre, la Martina que pasó a ser utilizada como campanario
Desde aquí disfrutamos de unas hermosas panorámicas tanto de la localidad como de sus alrededores junto con la sierra de Ayllón. 
Descendimos y nos perdimos por alguna callejuela más, hasta que acalorados y hambrientos decidimos regresar a nuestra autocaravana que encontramos felizmente a la sombra y por tanto, con una buena temperatura que nos permitió comer y disfrutar de un merecido descanso.
Después, decidimos acercarnos al convento de San Francisco, situado a las afueras de la villa, y que fue fundado por San Francisco de Asis en el siglo XIII. 
En el XVII sufre un incendio y en el XIX los frailes se ven obligados a dispersarse acosados por las tropas francesas. Posteriormente el Estado se hizo cargo de él para terminar siendo propiedad privada.

Cuando llegamos  encontramos multitud de turismos y dos autocares y cuando intentamos entrar, nos prohiben el acceso ya que se celebra una boda en su interior. Y es que actualmente funciona como establecimiento hostelero. Desde la carretera habíamos visto unos estupendos y hermosos jardines, marco incomparable para la celebración de eventos especiales. 
Ponemos rumbo a  donde decidimos pasar la noche, lugar que ya conocimos y que nos gusto por su tranquilidad y...soledad. Unos cuantos turismos disfrutaban de la tarde bajo la sombra de los enormes árboles pero frente a nosotros, un grupo de personas se afanaban por clavar estacas en el suelo y poner cintas de plástico delimitando zonas. Y pregunté. Al día siguiente se celebraba la romería. "Magnánimamente" una de los miembros de la cofradía encargada de preparar la romería nos "da permiso" para pernoctar pero nos avisa de que no hagamos público el sitio. Al parecer es propiedad de la iglesia. Yo no lo comprendo, pero he de respetarlo, así que me reservo para algún e-mail privado las coordenadas.

Allí pasamos la tarde, leyendo, disfrutando de la fresca sombra y de la paz del lugar hasta que poco a poco los visitantes fueron desapareciendo y la noche, llegando.

Tras una estupenda, tranquila y fresca  noche decidimos irnos sin desayunar no nos empezaran a sorprender de frente los coches que venían por la justa pista forestal que hay para llegar y buscar un lugar tranquilo para hacerlo, tras lo cual, regresamos a casa con mucha tranquilidad.

Alguna imagen más
 Ermita de Hornuez
 Ermita de Hornuez
 ermita de la Vera Cruz (Maderuelo)
 Pantano de linares y ermita de la Vera Cruz desde Maderuelo
 Maderuelo
 Ayllón
 Ayllón
 Ayllón
 Ayllón
Ayllón
Boadilla del Monte, Julio de 2017

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